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Somos los de afuera dentro de un mismo mundo

Son días los que quedan para que se lleven adelante quizás las elecciones de mayor importancia en Chile después del retorno de la democracia. Hay varias cosas que se exponen y en base a consecuencias se enumeran entre sí de diferentes formas. Un levantamiento estudiantil que llenó las calles de la capital de gente y un acuerdo por redactar una nueva constitución. Y esto último es mucho más aun importante que todo lo que se ha hecho en los últimos treinta años. El cambiar la constitución que la sociedad chilena heredó de Pinochet. Una constitución repleta de condiciones truchas y que en nada contribuyen a una sociedad de todos. Donde los capitales son los que mandan y el estado es un pequeño tigre de papel. Una sociedad injusta, en otras palabras, y con certificado en leyes y parágrafos difusos. Es la sociedad neoliberalista que heredó el pueblo chileno sin poder oponer resistencia cuando apunta de cañón fueron consultados sobre si la aceptaban o no.  

 

[one-half-first]Caso uno: La entrevista de la periodista, que con su celular graba y exhorta a las personas a entregar su opinión sobre por quién votaran o si en el mejor de los casos irán a votar. Los entrevistados en microsegundos son dueños de puestos en el mercado de Temuco. Verduras frescas y diferentes especies están en venta y las personas que son entrevistadas lucen vestimentas normales, como si fuesen clientes. Muchas de ellas denuncian abiertamente que votaran por Kast; que no quieren un ”chilezuela” ni una Cuba; que Kast es el más sincero. Una vendedora de mote en la calle también se une al coro de los que votarán por Kast. Sólo algunos exponen su favorito en Boric, pero son los menos. [/one-half-first][one-half]Caso dos: Mi familiar expresa en forma exaltada que Él sabe bien de dónde viene y de que desde que le abrieron los ojos nunca más votará por la izquierda. Se considera de clase media y considera que en su contorno ha progresado, económicamente. Un pequeño análisis revela que aún vive en la vivienda, a las afueras de Santiago, que una toma en el gobierno de Allende le entregó a sus padres. Un automóvil y desde ya los utensilios de consumo de una vivienda; no sé si hay alguna cuenta bancaria o de inversión que permita darse unas vacaciones en Europa o cualquier parte del mundo, digamos donde lo desee. No sé si existen seguros de salud o aportes de jubilación.  [/one-half]

 

 

Los de afuera dentro del proceso

Desde ya somos los de afuera, los que no nos criamos en Chile, pero que cumplimos la promesa de nuestros padres. La promesa de estar y de ser solidarios con nuestro país de origen. Es desde este prisma, que nos empaña o nos esclarece, y desde hace ya más de cuarenta años hacemos nuestra reflexión. Un prisma fundamentado en una experiencia obligada por el exilio y sumida a las condiciones que el extranjerismo nos entrega como ciudadanos allegados a las sociedades donde vinimos a crecer. Una gran mayoría de nosotros hicimos nuestras experiencias de exilio a la par con nuestros procesos de integración a los países que nos recibían. En algunos casos eran sociedades, como la sueca, que no habían hecho antes la experiencia de abrir las puertas a ciudadanos que no tenían otro motivo sino el exilio. En todos los casos, hablaré de la sociedad sueca porque ha sido esta mi experiencia y que de alguna u otra forma la contrastaré con lo que hoy en Chile parece suceder y que se repite de otras sociedades en el mundo.  

 

El caso Sueco

Desde ya Suecia es una sociedad netamente democrática. Fundamentada en un reino que hoy sólo es representativo y que por lo tanto no influye en la vida política. Muchas veces fui confrontado en mis viajes a Chile con la opinión de que yo vivía en un país socialista y a veces también se dijo comunista. En ninguno de los casos es así. Suecia desde fines del siglo 18 y durante todo el siglo 19 fue expuesta a procesos sociales que marcaron para siempre la estructura social de esta sociedad. Donde en todas las posturas, la derecha, se enfrentó a diferentes movimientos sociales. Agrupados en el partido de los campesinos, a su principio, para sucesivamente de forma rotunda pasar a constituirse un fuerte socialdemócrata que remarca en todo el siglo 19 las políticas de la sociedad sueca. Con líderes de renombre y agrupados en un profundo concepto democrático. Creando una institucionalidad fuerte he independiente que vela por los avances que la sociedad sueca poco a poco fue logrando. La derecha identificada, como en todo el mundo, desde sus intereses económicos y por definición defendió conservativamente cada reforma que esta identificaba como ofensa al poder económico. Las condiciones geopolíticas de Suecia pueden haber, en todo los casos, acudido en ayuda de los que buscaban reformas sociales. Desde la derecha se actuó con apaciguamientos y aunque existieron confrontaciones de masas, con resultados de muerte, no pasó de ser un aviso de lo que podía venir si no se buscaba el camino de la mesa de conversación. Suecia es casi vecina con la entonces emergente Unión Soviética. Una realidad que en muchos de los casos se puede medir como influyente en el raciocinio de la derecha sueca, que siempre temió una revolución en su propio suelo. La derecha sueca, entonces, no pudo poner oposición ante una clase obrera organizada y agrupada bajo la bandera socialdemócrata. Estamos hablando de ya más de cien años de procesos sociales; de luchas parlamentarias para llegar a una sociedad donde hoy el estado rige y financia denominadores comunes donde el ciudadano puede aspirar a una educación gratuita (desde la niñez hasta graduación universitaria); donde la vivienda es de libre acceso y con un estándar mínimo de alto nivel; donde el acceso a la medicina es libre y la atención médica es de alto nivel y para todos sin restricción. Así pudiera seguir enumerando una lista enormemente larga de deberes que la sociedad cumple ante sus ciudadanos. Y no estamos hablando de una sociedad comunista ni socialista, sino de una sociedad de todos, que se responsabiliza por el bien de las personas. Una sociedad con un fuerte y emergente capital que invierte en los más avanzados sectores del mundo moderno. Suecia tiene un enorme grupo social que es considerado millonario, en coexistencia con una población donde los extranjeros llegamos a ser ya más del 26% de la población.  

 

Clase media pobre

Es desde este contexto es que muchos observamos el proceso chileno y donde nuestra visión se trasluce por la experiencia que tenemos sobre lo que una sociedad humanista debiese lograr y de qué es lo que se está poniendo en juego en la sociedad chilena. Una sociedad donde los contrastes sociales son enormes y donde las diferencias van más allá de ser lógicas en una sociedad moderna.  Es quizás esta enorme paradigma o dicotomía que separa de forma brutal las condiciones de los que hoy tratan de discernir cuál es el futuro a elegir, mientras que para los que estamos mirando desde fuera no vemos elección sino un tremendo abismo entre la postura que un Kast ofrece y un Boric que busca achicar ese abismo usando la unión como medio.   

Desde ya los ejemplos expuestos al principio no son ficticios ni dejan de ser importantes en el caso de gane quien gane las elecciones. Estamos hablando de compatriotas que viven una realidad muy lejos de los primordiales básicos que la sociedad moderna busca. Los denominadores comunes de una clase que se cree ser media y se autocalifica a partir de reglas basadas en préstamos o posiciones que están en medida hacia el que está por debajo de esta autocalificada clase media chilena. Mientras en una sociedad el descalibre social sea tan disparatado, como lo es en los ejemplos expuestos, es enormemente difícil integrar a ese ciudadano, que se considera haber logrado el máximo de plusvalía y por definición pasa a defender posiciones de carácter derechistas. Porque esa persona orienta su existencia en base a conductas asimiladas de los que ellos identifican en base a entes económicos: un automóvil, una televisión, una cuenta en el banco, una casa. Definiciones de consumo que no dejan de ser importantes al momento de elegir el producto pero que no influyen en nada en la existencia digna de un pueblo: la salud, el derecho al agua, los derechos comunes como la educación etc. La postura de media clase de estas personas es por definición una postura egoísta y que desde ya se basa en que son los esfuerzos propios los que le han entregado la posición. No encuentro otra explicación al caso de que una persona con apenas un puesto de verdura en un mercado se autocalifique como de clase media. No creo que ninguno de ellos haya estado en Venezuela ni mucho menos en Cuba, pero es de atender que la retórica derechista transgrede.  El cambio a una sociedad igualitaria requiere mucho más que una oportunidad de consumo basada en salarios o trabajo.

Procesos de transgresión 

Durante muchos años cuestionaron compañeros en el exilio qué debíamos contarle a nuestros parientes que estaban aun en Chile. Y nos dimos cuenta que nos autocensurábamos cuando queríamos hablar de bienes o cosas que podíamos adquirir y nos cuidábamos de ser considerados pequeños burgueses si decíamos que teníamos objetos que podían causar preguntas sobre si aún éramos socialistas. Creo que fue una buena educación y que se ceñía mucho al ethos sueco de no vanagloriarse por cosas sino alegrarse por logros educativos y desde ya una buena salud. Las sociedades que nos acogieron no sólo nos dieron un albergue de paz, sino también nos educaron social y culturalmente. Han pasado más de cuarenta años y en alguna forma me refiero al entender que muchos hemos adoptado no se trata en todo su termino de integración sino de procesos de transgresión que cualquier ser humano es expuesto cuando la sociedad mayoritaria actúa de una forma al principio inexplicable pero que con el tiempo se incorpora a tu propio existir.

Quizás se necesiten muchos años más para que la verdulera sienta que es parte de un contexto más alla de la venta de sus productos o sus impuestos y más allá de su propio bienestar en un imperante hoy.  Es cuando el ciudadano independientemente de cual sea su orientación política, religiosa o de género identifica una participación en el diario vivir que le permite convivir con otros, aun no siendo iguales. 

 


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