
Leí el pasquín que mi amigo había publicado en su muro donde se condenaba los procederes de Ortega en Nicaragua y me sentí tocado por algo que no puedo definir. Sentí que la bandera democrática no tenía los colores tan marcados como yo quería que fuesen. Sentí que quería defender el actuar Nicaragüense tal cual defiendo el derecho a decidir de Venezuela o Cuba. Pero cuando son tantos los que se parapetan detrás de monolito democrático, sentí que nos falta algo importante en este debate.
Ortega y el movimiento Sandinista fueron los que más marcaron mi conocimiento de lo hipócrita que somos cuando nos convenía ser guerrilleros y cuando no. La revolución nicaragüense no fue un proceso democrático sino una guerra civil. Los Sandinistas no llegaron al poder porque Somosa trató a su pueblo con guantes de seda. Lo que se desató después del triunfo sandinista tampoco fue en nombre de la democracia. Los Contras no fueron sino otra artimaña de EEUU para desestabilizar y dejar en evidencias que los procesos revolucionarios nada tenían que hacer en el jardín de atrás. El Salvador y su revolución se truncó justamente en el gran canjeo de paz por dólares. Ahí está hoy la gran ganancia democrática de El Salvador hundida en pobreza social y económica. Una sociedad totalmente sucumbida en manos de los narcos y las pandillas de muerte. Por eso sentí la necesidad de explicarme enfrente a algo que no logro ver cómo salir a un futuro mientras seguimos atados a desigualdades de enfoque. A veces pienso que esta discusión está tan lejos de ser algo constructivo, porque no logramos acordar sobre los conceptos centrales. Mientras algunos juegan al futbol sobre una cancha de rugby otros atropellan a medio mundo porque afirman que si es un partido de futbol americano, al mismo tiempo que los árbitros disuelven un partido de tenis.
No sé cuántas veces hemos discutido este tema y hasta el cansancio nos hemos dado cuenta que los conceptos no alcanzan en una discusión donde el tema es la democracia. Creo que ni a los antiguos griegos les alcanzó el tiempo para quedar en acuerdo y al final Platón se cansó y terminó diciendo que la democracia era una forma de gobierno endeble o una utopía.
Una utopía porque el ser humano es un ser endeble, a quién el poder lo corrompe o simplemente lo convierte en un esclavo de la defensa del mismo poder. Desde siempre el hombre ha buscado el regazo del colectivo para su sobrevivencia. Es tanto asi que en antropología se considera una regla: el ser humano es un animal colectivo. Eso quiere decir que siempre estaremos buscando las formas de convivencia junto a otros que se asimilen a los intereses propios. Y donde sabremos doblegarnos en acuerdos y contratos, cuestión de dar y ganar en busca de la mejor forma de vida. Es un axioma que siempre estará allí presente en todo tipo de colectividad.
La democracia, como sistema social, no siempre ha sido la forma de conducción de un pueblo a un estado. La historia del ser humano está llena de infracciones a los acuerdos colectivos. Demás sabemos que Hitler llega al poder por medio de la democracia que después la infringe para realizar los propósitos establecidos por el concepto nazista. También sabemos que la democracia de nada sirve cuando se tiene que actuar con autoridad y conocimiento en casos de extremo caos. Fue la artimaña que uso Pinochet para ”sacar” al país de un caos que los comunistas (demócratas) habían llevado al país. Esa es la versión oficial de esta gente. Veinte años después se ve Chile envuelto en un retorno a otra democracia, la que los militares habían establecido bajo las reglas que ellos habían constitucionalizado. Bajo esa democracia se ha vivido por más de treinta años y fue aceptada por canjeadores que, sin escrúpulos, vieron una salida de lo militar a otra cosa. Sin importarles qué era esa otra cosa, o quizás simplemente supieron que había un paso al negocio aceptando las condiciones impuestas por la bota militar. Mas de uno se hizo millonario haciendo uso del poder ”democrático” heredado bajo las condiciones de Pinochet.
La democracia es un instrumento que requiere una harmonía social donde todos entiendan su papel a ejercer y acepten. Donde todos sepan moverse sobre lo trazado sin destruir las condiciones del campo de juego. Pierre Bourdieu escribió muchos metros de libros sobre las condiciones del campo social. Para entenderlo hay que conocer sus reglas y para ejercer en el mismo hay que saber cómo conducirse. De nada nos sirve tener un concepto sobre algo si no es comprendido y compartido en la práctica con otros similares que resguarden y entiendan cómo comportarse en el campo social. Diciendo esto doy por entendido que para que sepamos actuar democráticamente tendremos que tener un concepto asimilado de qué es lo que entendemos como democracia. Un ejemplo es el de Rusia actual. No habían generaciones de demócratas después del desplomo del comunismo de estado. No habían instituciones que establecieran cuales eran los roles ni límites de cada ciudadano que quisiera ejercer una posición en la nueva Rusia. Lo que si se logró hacer es consolidar el concepto de liderazgo bajo las únicas condiciones conocidas hasta el momento. Desde el emperador Nicolai hasta el día de hoy elige Rusia a un emperador o a un líder fuerte que consolide el concepto de poder. Es lo que siempre se ha conocido y esto lejos de que sea aceptado o no, es lo que se conoce en el etos social ruso.
La gran democracia Francesa después de su última revolución no borró de la faz de la tierra a la aristocracia sino que la substituyó por burguesía, que habían atentado contra el poder (y con muchas riquezas) para hacerse del mismo sin usurpar los valores que estos mismos tanto anhelaban. No bastaron los títulos de barón o baronesa que se podían adquirir con dinero para subirse al parnas del poder. O todo o nada era el emblema incógnito. El poder popular se pintó en cuadros nada más y el sistema siguió adelante, ahora bajo otros reyes.
La gran democracia de Norteamérica busca, en todo su puritanismo, encontrar salida al actuar antidemocrático que impuso Trump cuando insta a las masas a tomarse el Capitolio. Todos de acuerdo en que fue un acto antidemocrático, pero cómo se defendió la democracia? Con palabras de ”por favor no se tomen el Capitolio? Cuantos juicios se tomará la democracia en decidir lo que ya todos sabemos, que el expresidente es un déspota y se salta las reglas del juego. O es que en las reglas del juego está considerado que existan individuos que quieran jugar falso? Para eso me imagino que todos también sabrán cual párrafo de la constitución se pone en la mesa para hacer efectivo la defensa de la democracia. Pero cómo se defiende la democracia si ese líder está al mando de millones de individuos que no creen en esa democracia? La paradoja se convierte en realidad cuando Trump insta a esos individuos a defender lo que le ha sido arrebatado.
La debilidad del sistema se concentra entonces cuando el campo social en el que se debiera desarrollar no es interpretado de la misma forma por los que debieran sentirse partícipe de el mismo. La democracia por lo tanto no es algo claro ni que viene en la leche de la madre, sino un concepto a desarrollar continuamente. Es en su defensa o en lo que se cree defender que se comenten las atrocidades o las fallas. Cuántos millones de individuos no pierden sus vidas defendiendo conceptos? Cuántos compañeros no han sido torturados y acribillados por defender lo que ellos abrazaron como verdad democrática? Algunos no fuimos quizás democráticos cuando nos creímos atacados por un fascismo intolerante. No fuimos muy democráticos con los que nos debatieron en los setenta y no fuimos muy democráticos cuando se llevaban preso a nuestros padres o hijos. De qué servía creer en democracia, en una sociedad igualitaria, donde todos tendríamos iguales derechos, cuando sabíamos que tendríamos que convivir con las gloriosas fuerzas armadas y sus aparatos de la muerte?
No sé, no soy quién para tirar la primera piedra. Me cuesta tener que reconocer que la democracia como sistema sufre bajo la bota del neoliberalismo, que nos ha convertido a todos en productos, lucros y rentas. Me cuesta pensar que quizás sea una utopía insana seguir porfiando que llegaremos a un sistema que acepte al pueblo Mapuche y le devuelva sus derechos, tierras y consolide su estado como ellos lo quieran. No sé ni estoy seguro de que exista en el mundo un sistema de derechos que esté libre de corrupción y no ejerza el poder sobre la justicia. Quizás estemos frente a una paradigma total y la democracia como sistema esté en vísperas de pasar a otro tipo de modelo al que por el momento nos cuesta reconocer. Me parece si vislumbrar la idea de un sistema social basado en principios humanistas. Donde la fuente de mayor influencia no sea una connotación izquierda derecha sino una acuerdo básico donde los derechos de todo ser humano sean los que imperen. Cómo se llega a esa sociedad y cómo se defiende, ha de ser el sistema a desarrollar.